La juventud viene aderezada con la ventaja de la distancia. Distanciados de los pactos de la Transición, hace tiempo que los jóvenes comenzaron a exigir la revisión de la versión oficial.

Oportunidad única para literatos y directores de revisar las figuras, personas y personajes de la época. Aprovechando el viaje para revivir, o idealizar, su propia juventud.

Un ejemplo es la adaptación al cine de la novela de Javier Cercas, Las leyes de la Frontera.

No hay spoilers, así que puedes seguir leyendo.

Las leyes de la Frontera narra el viaje de un chaval de clase media, de una familia perfectamente adaptada al estatus quo de la Transición, hacia el lado salvaje. Una vida rápida y hedonista. Al fin y al cabo, en la adolescencia se es demasiado joven para morir.

Acompañado por los habitantes de las chabolas, conoce el mundo de las drogas y la delincuencia juvenil. Al final del verano, regresa a su vida de oportunidades.

Se presenta a los quinquis de la época como adolescentes divertidos, que, sin maldad o con la maldad justa, roban para financiar sus correrías. Una versión romántica del buen canalla cargado de valores morales, que hasta se permite reconducir la conducta del rebelde sin causa.

Nunca hubo romanticismo a aquel lado de la frontera. La delincuencia juvenil se terminó más por el consumo de heroína que por la presión policial y las políticas de vivienda de protección oficial que cambiaron los barrios de chabolas por barrios marginales de edificios de ladrillos rojos.

Más de 40 años después, y gracias a la especulación inmobiliaria, Europa conoció la vergüenza de la Cañada Real. Epítome del chabolismo moderno, sin acceso a la luz o servicios básicos. Donde el mercado de la droga parece ser la única salida laboral posible.

Hoy igual que ayer, el chabolista es visto por sus contemporáneos como un problema para la sociedad. La diferencia es que hoy, los hijos de la clase media ya no necesitan cruzar la frontera de clase para disfrutar del lado salvaje de la vida. Las fronteras han dejado de ser permeables, manteniendo a cada uno en el lado correcto que su nacimiento le asignó.

Habrá que esperar otros cuarenta años, para que los literatos del futuro nos presenten a nuestros contemporáneos como pobres diablos a los que haber nacido del otro lado de la frontera le ha condenado a una vida al margen de la Ley.

Otros cuarenta años para que el romanticismo de la literatura vuelva a ocultar la falta de políticas sociales que pongan fin a la desigualdad. La falta de oportunidades para quienes han nacido del lado equivocado.

Óscar Gutiérrez Costas

Óscar Gutiérrez Costas

Nacido en la costa y atrapado por el mar. El salitre de Vigo ha marcado su visión del mundo. Solo lee entre líneas y piensa y repiensa los asuntos en sus visitas al Pizza Club. Nunca rechaza un duelo dialéctico, siempre que sea en buena compañía

Leave a Reply