Seguramente tú también hayas escuchado eso de que San Valentín es un invento de El Corte Inglés, y, aunque a veces muchos de nosotros lo situemos en el centro del mundo capitalista y se nos dé por confundir materialismo con amor (igual que nos pasó con la Navidad), los orígenes de esta tradición son bastante inciertos, algo místicos y se remontan a siglos pasados en los que aún no se podía colgar la fotito romántica de turno en redes sociales y los actos de generosidad caían en el completo olvido, ¡menudo drama! Si eres de los que celebra San Valentín como una oda al amor, te invitamos a conocer qué hay de romántico en esta festividad; y si, por el contrario, eres un auténtico detractor, aquí te dejamos algunas curiosidades históricas para que puedas empezar una batalla dialéctica con quien más rabia te dé que sabemos que es lo tuyo.
En una síntesis rápida, el día de San Valentín comenzó a celebrarse a lo largo del siglo XX, empezando en países anglosajones y extendiéndose a través de las fronteras como una ¿terrible? plaga, como una fecha marcada en el calendario en la que las parejas se demuestran el amor que se profesan por medio de regalos, cariñitos y otros menesteres.
Sí, sabemos que algunos hemos hecho trampas y, para que no nos tachen de cenizos, en este día nos dedicamos a celebrar el amor en general porque queremos mucho a nuestra familia y a nuestros colegas. No te juzgamos, cada uno se engaña como quiere.
Sin embargo, aunque lo que aún sigue sucediendo cada 14 de febrero pueda parecernos bastante actual, para encontrar su origen tenemos que pedirle prestada a H. G. Wells su máquina del tiempo y viajar hasta la Roma del siglo III, en pleno Imperio, siendo esta una de las historias, con mucho de leyenda, más modernas que encontramos sobre esta celebración. Si nos situamos en este marco histórico, sabremos que Claudio II era el mandamás del momento, y, aunque casi nadie se atrevía a rebotarse demasiado ante este emperador, un sacerdote, o sea, San Valentín (¡oh, salta la sorpresa! San Valentín, como su propio onomástico indica, es una celebración de origen cristiano, pero venga, no pasa nada, aunque tengas comprado ya el regalo de tu pareja y nosotros sepamos que últimamente no te pasas demasiado por misa te guardaremos el secreto), decidió revelarse ante un decreto que no le hacía ninguna gracia.
Resulta que en este tiempo imperaba la creencia de que los soldados rendían más en batalla cuando estaban solteros, ya que se mantenían completamente desligados de todo tipo de ataduras sentimentales, y, suponemos, no tenían que decirle a su parienta que iban a batirse en un duelo a muerte por su honor y gloria (y es que, de ser así, alguien pondría un poquito de cordura y otro gallo cantaría). Así que, aprovechando la coyuntura, Claudio decidió prohibir el matrimonio entre los soldados jóvenes y eso a San Valentín, abogado defensor del amor romántico, no le gustó ni un pelo.
El sacerdote se tomó la justicia por su mano y empezó a casar a los jóvenes enamorados de forma clandestina, y, aunque nos gustaría pensar que en esta historia hay un plot twist inesperado y romántico, por supuesto que pillaron al bueno de Valentín y lo encarcelaron.
Por suerte, nuestro héroe aún tenía una bala en la recámara y, durante su nada recomendable estancia en la cárcel y sirviéndose de los poderes que la religión al parecer le otorgaba, le devolvió la vista a Julia, la hija de su carcelero (¡oh, milagro!) y, como buen galán, le envío la primera tarjetita de San Valentín de la historia contándole que ella era la más bella del Imperio. ¿Final feliz? Lo sentimos, pero va a ser que no. A San Valentín lo ejecutaron el 14 de febrero del 270 y nosotros, como buenos sádicos, seguimos celebrando aún hoy su muerte.
Así que milicia, santo matrimonio, emperadores romanos, encarcelamiento, cartitas de amor y muerte son parte de lo que hoy en día rememoramos inconscientemente en San Valentín, y, aunque antes nos hayamos metido un poco con Valentín, el sacerdote de la antigua Roma, en realidad la primera vinculación real de esta festividad con el amor romántico es culpa de Geoffrey Chaucer y de su poema «El parlamento de las aves». En él se relaciona el cortejo de las aves con el de los humanos, así que, bueno, a todo lo anterior podemos añadirle un poco de zoofilia para aliñar esta fiesta tan señalada, o, incluso, recitarle a alguien que no haya leído este artículo alguno de los 700 versos de este poema como muestra de nuestro amor y de nuestro infinito sarcasmo: «Pues esto fue en el día de san Valentín / cuando todas las aves van ahí a escoger su pareja».
Y ahora, sabiendo lo que sabes, ¿cómo vas a encajar el 14 de febrero este año?