Cáncer. Palabra con acentuación tónica en su primera sílaba que deja atónito a su destinatario.

Cáncer. Palabra que suena como un disparo en el tenso silencio de la sala de consultas donde la recibes. Pistoletazo de salida de una carrera para la que nunca has entrenado suficiente aunque, como buen hipocondríaco, hayas tratado de visualizar la ruta en tu mente millones de veces.

La meta, vencer a tu propio cuerpo. Pero nada de be stronger than yours excuses. Esto va de otra cosa. No vas a frecuentar naves industriales con ruedas de camión y pesas para crossfiteros y su instagram,

No. No vas a disfrutar de ese viaje. Vas a visitar frías salas de hospital, consultas, quirófanos, salas de espera, T.A.C., resonancia magnética  y de nuevo a la sala de consultas.

Pasas de depender del médico especialista en ese órgano disidente que trajo el caos a tu organismo a las manos del onco (no, no es el ote de uno de tus colegas del barrio).

Los subversivos siguen avanzando y conocen a otro médico especialista. De nuevo a quirófano y la célula disidente es reducida. Saludas al onco que te vuelve a dar entradas para T.A.C. y resonancia.

Mientras esperas la fecha de la nueva consulta, boom!! la revuelta estalla en otro órgano disidente y de nuevo quirófanos, consultas , T.A.C., resonancia y un montón de profesionales ante los que desnudas tus vergüenzas.

Muy majos todxs ellxs. Rostros de grandes profesionales que reflejan el cansancio de atender unas listas de pacientes que nunca se reducen. A quienes tienen que atender en consultas de diez minutos si no quieren acumular retrasos. Groupies ansiosos por hacerse con sus entradas par T.A.C, resonancia, consultas y al fin quirófano. Groupies temerosos de que pueda ser la gira de despedida sin camiseta conmemorativa.

Entonces lo escuchas, vas a recibir tratamiento en una máquina de Amancio. Un profesional sanitario te lo dice como si su propio trabajo dependiese del grupo INDITEX, como si el largo camino recorrido no existiese. Un profesional sanitario que desconoce cómo funciona el propio Sistema Sanitario Nacional de Salud.

Y de esto es de lo que van las donaciones del buen Amancio.

No señores, las máquinas de Amancio no salvan vidas. Las vidas las salvan el Sistema de Salud y sus profesionales. Porque de esto es de lo que va. De un sistema completo que funcione desde la atención primaria. Con sus edificios de hospitales y trabajadores en número suficiente para una sanidad de calidad. Esos que no se pagan con donaciones sino con impuestos.

De un sistema que se financia con fondos suficientes para poder ofrecer a todos los ciudadanos un servicio de calidad, con independencia de la enfermedad que tengan.

Del trabajo de grandes profesionales que han sido capaces de detectar la revolución de tu organismo y ponerle freno, mucho antes de que la máquina de Amancio entre en a formar parte de la ecuación.

Si son de los que idolatran, al menos escojan bien a sus Dioses, y acuérdense más de rezar a Joan Massagué, y no tanto al buen Amancio. Porque de esto es de lo que va, de financiar con impuestos un sistema completo en sanidad e investigación, para que nuestros talentos nacionales no se tengan que poner en manos del capital privado. Ese mismo capital que primero se enriquecerá con las patentes de los medicamentos y luego donará unas migajas para que aquellos que no tengan acceso a la sanidad privada no se subleven.

Llevo un tiempo comprando entradas para T.A.C., resonancia, consultas y quirófano, ah! y para la máquina de Amancio, y conozco el sistema de cerca.

Por eso buen Amancio, gracias por sus máquinas pero esto va de otra cosa, siento no poder idolatrarlo. Tranquilo recupere el aliento, y si lo tiene a bien traiga el domicilio social de sus empresas a España.

Óscar Gutiérrez Costas

Óscar Gutiérrez Costas

Nacido en la costa y atrapado por el mar. El salitre de Vigo ha marcado su visión del mundo. Solo lee entre líneas y piensa y repiensa los asuntos en sus visitas al Pizza Club. Nunca rechaza un duelo dialéctico, siempre que sea en buena compañía

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