Arquitecto: Rodrigo Currás

Vivienda Refugio en Combarro

Como parte de una obra teatral en tres actos, en esta ocasión presentamos una tercera obra de Rodrigo Currás. A los ojos de cualquier lector que le ponga un mínimo de atención, se encontrará con la tercera obra casi consecutiva del mismo autor. ¿Se trata de un error?, podría ser. ¿Coincidencia?, tal vez. ¿Intencionado?, pues la verdad es que sí. Y, por què?
La característica intrínseca a la disciplina arquitectónica respecto de cualquier otra disciplina artística se basa en la “utilidad”, entendida ésta como la funcionalidad, la necesidad de generar algo que basa su necesidad de ser creado en el uso que las personas le dan. La arquitectura trasciende al hecho artístico en que, independientemente del pretendido deleite sensorial buscado, debe servir y ser útil.

Para ello el proyectista cuenta con variadas herramientas atendiendo a la materialidad, el lugar, las necesidades económicas, las inquietudes del cliente… De la capacidad de análisis de estos elementos y de la respuesta creativa del arquitecto depende la solución alcanzada en cada caso particular, favoreciendo multitud de respuestas favorables a un mismo problema.

Es por ello que, como buen cocinero, el arquitecto debe utilizar los ingredientes con los que cuenta para realizar su mejor receta posible y, en esta cuestión, Rodrigo siempre resuelve, a su manera personal, de manera satisfactoria.

Hemos escogido esta tercera obra de Rodrigo para poder reflexionar acerca de la utilización de diferentes respuestas a problemas similares. Es por eso que, tratándose de una nueva obra del mismo autor, parece una obra de un arquitecto totalmente diferente al que había realizado el restaurante y la vivienda unifamiliar anteriormente publicadas en esta misma sección.

Siempre buscando la solución al mismo problema, el autor utiliza las herramientas que le son confortables para alcanzar una respuesta, como son la nobleza de los materiales, la desnudez de los espacios, la higiene de las comunicaciones y la flexibilidad de uso; favoreciendo una respuesta personal, donde la lectura manierista de la propuesta permite un reconocimiento inmediato de la autoría a la vez que permite una solución diferente para cada uno de los casos a los que se atiende.

En este caso se trata de la rehabilitación de un pequeño espacio destinado a vivienda refugio en Combarro, a escasos metros del mar, donde las reducidas dimensiones juegan un papel fundamental para la resolución del proyecto. La propuesta trata de realizar una unificación del espacio existente, eliminando más que añadiendo, a fin de desnudar el cascarón envolvente para lograr un espacio interior de mayor amplitud visual que la realidad espacial existente, permitiendo una relación directa entre las zonas interiores y el mar, al exterior.

Se plantea la planta baja o de acceso como un espacio destinado a salón estar, descanso y cocina y, en un pequeño altillo, comunicado directamente con el espacio inferior, se dispone de un lugar para el reposo.

Se consigue generar una riqueza interior que, exteriormente no se manifiesta debido a la escasa entidad del inmueble dentro del tejido en el que se asienta.

Una respuesta muy concreta para un problema también muy concreto. Si en la vivienda unifamiliar el énfasis de Rodrigo estaba en la presencialidad exterior del conjunto, en el restaurante, se pone atención a los acabados interiores, en este caso, se responde al espacio interior, magnificando la reducida escala del conjunto. Ahí está la clave, en la comprensión del problema concreto en cada proyecto y esto es lo que hace Rodrigo con una facilidad desbordante, presentando soluciones totalmente diferentes en cada caso, eliminando prejuicios estilísticos que le permiten soltar lastre en cada una de sus obras realizadas, favoreciendo soluciones interesantes que permiten la generación de arquitecturas interesantes en su concepción y formalización.

Esta casa en contacto con el mar ya contaba con ventanas, con una losa de hormigón que conformaba la partición de los pisos, y con sus fachadas y tejado rehabilitadas en el momento del encargo. 

La misión consistió en tornar amables sus espacios, puesto que todavía no estaba acondicionada con instalaciones ni divisiones interiores, sacando el máximo partido del edificio existente. 

Para ello se realizó una intervención de:

  • ordenación discreta de los espacios (horadando más que añadiendo), dejando vistas ciertas superficies toscas que estaba previsto cubrir, solventando humedades concretas provenientes del terreno, y
  • provocando limpieza en la inserción de elementos (baño, vestidor, escaleras, espacios suspendidos… ) que, gracias a la delicadeza de las soluciones arquitectónicas, aparentan mobiliario

En la actuación se palpa el hecho de que lo importante ya estaba en el lugar (un refugio a orillas del mar) y la idea se limita al máximo aprovechamiento de lo preexistente con el menor gasto de material posible.

Lucas Gándara

Lucas Gándara

Arquitecto desde el año 2006, colabora en diferentes estudios gallegos durante unos años hasta que, en el año 2010, funda junto a Juan Pons, el estudio de arquitectura Gándara Pons. Centrados principalmente en el desarrollo de concursos públicos, han resultado ganadores de numerosos certámenes a nivel nacional y autonómico, desarrollando diferentes obras en el ámbito del urbanismo, la docencia, los equipamientos y demás cuestiones aparejadas a la disciplina. Su obra ha sido publicada en revistas y publicaciones varias, además de haber sido difundida en numerosos artículos de prensa, del mismo modo que han participado en varias exposiciones de arquitectura, tanto individuales como colectivas. Como estudio han realizado diferentes charlas y conferencias. Lucas es colaborador de Dot Galicia desde hace unos años, encargándose principalmente de dar la lata con tediosos y espesos artículos de arquitectura, de los cuales lo más interesante siempre son las fotografías.

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