Da miedo pensar que haya quien se dedique a usar viviendas vacías para su propio beneficio, sin importarle el contenido de las leyes.
Desde el 2012 las entidades financieras, y en especial la SAREB, han ido acaparando más y más viviendas, secuestrándolas del mercado inmobiliario, colocando el primer ladrillo de la nueva burbuja de especulación.
La trampa es tan sencilla que da miedo. Cuanta menor oferta inmobiliaria, mayor precio de demanda. Por eso en todas las ciudades se ven edificios enteros vacíos desde la crisis del 2008, sin que nadie los compre o alquile.
Sin embargo, la máquina del terror de los mass media han creado un nuevo monstruo que quita el sueño a los mediocres de la clase media, propietarios de segundas viviendas. La ocupación.
Cuando las fábricas y las viviendas abandonadas estaban en barrios periféricos castigados por el desempleo y la heroína, sin inversión pública en accesos y transporte urbano, a nadie parecía preocuparle que los colectivos okupas hicieran conciertos o talleres allí. A nadie le preocupaba que familias sin recursos vivieran en casas sin luz ni agua.
Hoy que las constructoras han convertido las viejas naves de ladrillos rojos en edificios de modernos áticos sin licencia, locales de slow food a base de aguacate y segundos apartamentos comprados por esclavos de la deuda hipotecaria, nace el temor de los mediocres a descender un escalón social si se le permite a cualquiera dormir bajo techo.
Durante las vacaciones en Torremolinos, disfrutando de un carajillo, con el pecho henchido, defienden los mediocres el derecho a hacer cada uno lo que quiera con su propiedad privada. Prefieren ver una vivienda vacía y arruinada antes de que sirva de hogar de alguien.
El liberalismo, paladín de la propiedad privada, permite “gozar y disfrutar de los bines” privados siempre que su uso “incluya la necesaria función social” de esos bienes. Así lo dicen los comunistas del Tribunal Constitucional.
Acérquense el carajillo a la boca y piensen con fuerza sobre cuál será la función social de las viviendas. Ser el hogar de alguien o ser una herramienta de la especulación al reducir el número de viviendas disponibles en el mercado hasta que el precio de venta y alquiler suba.
Quienes exigen nuevas leyes sobre la ocupación, deberían ocuparse de cumplir la ley sobre el derecho a la propiedad en todos sus matices.
Solo los mediocres pueden creerse que ocupar una casa habitada no es un delito, con detención cuasi inmediata de los ocupas por las fuerzas policiales.
Una ley de desahucio exprés solo protege la mediocridad de clase.