Mediante un concurso de ideas se plantea la reforma de una de las zonas más características del Casco Vello de Vigo, zona de identidad urbana olívica por autonomasia, con la intención de devolver una nueva vida a una zona que, debido al deterioro de los inmuebles que conforman el contorno del espacio urbano, se ha ido degradando hasta convertirse en un boceto de lo que antaño fue.
Tras la participación de numerosos y prestigiosos estudios y despachos de arquitectura, el ganador ha resultado ser la oficina de Liqe Arquitectura, estudio joven afincado en Vigo, capitaneado por Javier Couto.
Desde su estudio nos explican las intenciones de esta propuesta que versa sobre la transformación urbana a la que se someterá la zona de la concatedral viguesa y su entorno y como, mediante una actuación de calado urbano, se pretende transformar las relaciones sociales, espaciales, urbanas y potenciar la regeneración económica de un espacio que necesita este tipo de actuaciones.
Esperemos que los trabajos sigan adelante y podamos disfrutar, en la mayor brevedad posible, de una nueva zona de ocio, esparcimiento y relación. Un regalo.
“La propuesta busca integrarse en el devenir de la evolución urbana de la plaza sin ninguna intención de imitar el patrimonio del lugar, sino la de expresarlo y ponerlo en valor.
Como punto de inicio, el proyecto se focaliza en la conservación de los límites entre propiedades: el parcelario, como aquello inmutable en el tiempo (la raíz más profunda de las relaciones entre vecinos) y, por otro, la mutación de aquellos otros límites que separan lo individual de lo colectivo.
La edificación propuesta completa el lugar, generando la cuarta fachada de la plaza y transformando el escenario urbano, proyectando un entrelazado sutil de la escala monumental de una planta baja porticada y formalizada en columnas de piedra; con la escala humana, fragmentada y vinculada a las huellas del pasado, de la fachada de las plantas superiores que quiere negar su propia condición de límite.
Las plantas superiores asumen la tipología de construcción entre medianeras, y hacen referencia a un pasado fragmentado y dispar mediante quiebros intencionados que ponen en valor lo positivo del conjunto edificado actual: el rico juego de perspectivas que se produce en el ascenso desde la plaza de la Piedra.
Se esboza el desdidujo de la fachada principal, jugando a la vez con la relación entre el lleno y el vacío, trascendiendo el límite entre lo privado y lo público, respetando la solemnidad y las proporciones tradicionales, generando una fachada que no compita con las edificaciones históricas, si no que se distancie de ellas.
El balance en la nueva edificación entre lo totalmente transparente y lo completamente opaco se entiende cómo símbolo de la conexión entre el pasado y el presente. Se uniformiza la actuación mediante la formalización vertical de los componentes de la fachada de piedra que se difuminan hacia la construcción original conservada y de zinc bilacado en color blanco en lamas, referenciando a un mundo marino, de velas, mástiles, chapas, industria y vida de la ciudad.
A nivel funcional, se propone que el edificio sirva como centro multifuncional mutable en el tiempo. Un ágora a cubierto, lugar de relación intermedio entre lo puramente público, la plaza, y lo puramente personal: los usos que se desarrollan al margen del exterior.
Se exponen un contenedor versátil, con capacidad para evolucionar conjuntamente con el barrio y la sociedad que lo disfruta. Un espacio en el que se valore el inmutable: las trazas de los antiguos límites y la nueva fachada como telón de fondo del escenario de la plaza, y se permita la mutación y transición de usos con el tiempo”.