Hubo un tiempo en el que las fotografías eran en papel. Documentos gráficos de otrora, de sus costumbres y sus estilismos, que para vuestro tormento se acumulan en alguna caja de cartón en el fondo de algún armario.

Abrir una de esas cajas es atentar directamente contra nuestra dignidad al recordar alguno de los estilismos que portábamos en los 90´s. O quizás no tanto.

Hoy jóvenes de toda condición visten orgullosos las “nuevas” chaquetas de chándal combinadas con unos tejanos que mueren por encima de los tobillos, aderezados casi todos ellos con una riñonera, de distintos colores y tamaños. Si calzan zapatillas no llevan calcetines a la vista. Si calzan chanclas, los calcetines llegan hasta la mitad de la tibia, o como poco, superan el tobillo.

En los 90´s el único mensaje de las chaquetas de chándal era el logo de la marca que las fabricaba. Los tejanos por encima del tobillo eran Levi´s 501 indestructibles que no se adaptaba a tu cambio de estatura. Las chanclas con calcetines te delataban como turista, la riñonera era la herramienta del feriante donde llevar el cambio y las bombers solo las vestían skins y hooligans.

Como advertía Kortatu, “hay algo aquí que va mal (…) tu imagen ya a nadie asusta”. O la moda ha llegado a su “fin de la historia” o bien las nuevas generaciones están dispuestas a demostrarnos lo equivocados que estuvimos ejecutando nuestras propias ideas, recuperándolas y adaptándolas a su generación.

Pero la realidad es que un fantasma recorre Europa y no es el de la moda.

Viejos “estilismos” como el cierre de fronteras, la negación de la sanidad y las ayudas públicas o los registros de los miembros de otras etnias diferenciándolos entre nacionales o extranjeros, parecen encontrar cada vez más seguidores. En definitiva los fascismos vuelven a estar de moda como solución para salir, de nuevo, de una grave crisis económica.

El marketing ha llegado a la política. Los fascismos vuelven a explotar el orgullo de clase vendiendo como propio el esfuerzo del obrero y la clase media para salir adelante y salvar a la nación. La solución vuelve a ser el esfuerzo, el ahorro y la austeridad de esta clase, mientras se defiende políticas que favorecen la desregularización laboral, el abaratamiento de salarios y la deslocalización de las cadenas de producción, a la vez que sube el precio de la vivienda y el i.v.a. de los productos básicos y de la cultura.

Incluso se defiende volver a una regulación del aborto ya superada hace dos décadas. Al fin y al cabo, las filas del partido deben ser engordadas, y la familia que tenga que alimentar muchas bocas pocas huelgas apoyará.

La lucha de la clase trabajadora ya abandonó una vez su estilismo originario de la dictadura del proletariado de Marx, probándose el nuevo uniforme del nacionalsocialismo para salir de otra crisis económica. Los nuevos ropajes no le sentaron muy bien. Todos conocemos los resultados. Igual que entonces, por muy altos que sean hoy esos calcetines no pueden ocultar las chanclas que realmente calzan.

Pero amigos míos, hay modas y modas. Volver a vestir chanclas y calcetines puede que solo consiga sacarnos los colores cuando alguna de nuestras redes sociales nos recuerde que ya han pasado 10 años de la foto de aquel verano. Volver a apoyar viejos fascismo ahora conseguirá algo más que ruborizarnos mañana.

La juventud va de la mano de la provocación. Pero por muy provocador que pueda resultar creer que estamos redescubriendo el pasado, dejemos que la descripción “antigua pero moderna” solo llegue a la ropa y no a nuestros modelos de sociedad. Espero que nuestro retroceso al pasado solo se quede en rescatar las batas de boatiné y que no acabemos viviendo en Gilead.

Advertidos estamos, y ahora vistan ustedes como quieran.

Óscar Gutiérrez Costas

Óscar Gutiérrez Costas

Nacido en la costa y atrapado por el mar. El salitre de Vigo ha marcado su visión del mundo. Solo lee entre líneas y piensa y repiensa los asuntos en sus visitas al Pizza Club. Nunca rechaza un duelo dialéctico, siempre que sea en buena compañía

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