Ya desde la antigua Grecia se sabe que para que una parte de la población pudiera dedicarse al arte y la cultura es necesario contar con excedentes de producción en la alimentación. Además de poder contar con el resto de instituciones sociales que mantengan el sistema en funcionamiento.
El mecenazgo fue siempre el sustento de los artistas para poder garantizar que dedicaran todo su talento a la creación. Con los precios del alquiler, la figura ha caído en desuso.
Hoy si quieres comer como artista, primero has de sobrevivir como Autónomo.
En su momento la música sonaba bien. Para acabar con las colas del paro, te invitaban a ser tu propio jefe, sin horarios y pudiendo dedicarte a tu pasión, cualquiera que fuera. Si no era el sueño americano, se le parecía mucho. La distorsión llegó con la cuota que has de pagar para contar con las prestaciones de la Seguridad Social, que básicamente se reducen a unas pírricas pagas por desempleo y jubilación, llegado el caso.
Cierto que ha de pagarse una cuota como también se paga por un trabajador por cuenta ajena esa misma cuota. La diferencia es que nadie te garantiza cobrar un sueldo a final de mes cuando te autolesionas como Autónomo.
Ahora vuelve a sonar la música con los nuevos tramos que dicen tener en cuenta las necesidades de los temerarios que inician una actividad. Pero siguen siendo unos tramos fijos que no tiene en cuenta los ingresos reales de aquellos suicidas.
Idílica reivindicación dependiente de la honestidad de todos los valientes Autónomos. Extremadamente difícil suena eso de controlar cuales son los ingresos reales, si no queremos vivir bajo los perpetúa mirada del Gran Hermano.
Pues nadie puede negar que somos dignos herederos del Lazarillo de Tormes y su divertida picaresca.
Que sufrimos una patológica tendencia a la economía sumergida y a los pagos en efectivo que se escapan del big data de la omnipresente Hacienda. Por lo que sufrimos el riesgo de que crear outsider que se mantendrán toda su vida profesional con unos ingresos propios del inicio de la actividad. Al menos oficialmente.
Ponérselo demasiado difícil a los emprendedores nos condenará a una vida monocromática de viejas tradiciones económicas, sociales y culturales. Pero unas arcas públicas escuálidas también ofrecerán unas escuálidas prestaciones.
El equilibrio no resulta fácil. La batalla por acabar con la economía sumergida parece eternizarse, y los outsiders reclamarán sin dudas sus prestaciones, llegado el momento, como ha ocurrido con la reciente pandemia.