Mirador Pedra da Rá, parroquia de Carreira, Ribeira
Carlos Seoane, arquitecto
Fotografía: Héctor Santos-Díez. BISimages
Yo nunca he sido alumno de Carlos Seoane. Es más, apenas lo conozco de nada más que de algún esporádico encuentro por los pasillos de la Escuela de Arquitectura en tiempos de estudiante, o un cruce de miradas en alguna charla o conferencia en la que hemos coincidido. A pesar de ello, desde mis tiempos de estudiante, siempre he sentido un enorme respeto por su forma de hacer, su forma de plasmar esa elegancia y limpieza formal, acompañada de un cuidadoso lenguaje arquitectónico que permite una lectura tan atemporal de sus intervenciones, donde lo importante es el lugar, la forma de contar, más que lo que propiamente se está contando.
Carlos Seoane, arquitecto de minucioso y cuidado desempeño, se caracteriza por un detallismo extremo en sus intervenciones a las que consigue otorgar una sencillez y limpieza formal fuera de modismos y corrientes, para realizar intervenciones atemporales. Su obra ha sido publicada en numerosas revistas y publicaciones nacionales e internacionales y ha sido distinguido con numerosos premios como el Juana de Vega, finalista de los Premios Fad, el Premio Coag, o seleccionado para la Bienal de Venecia. Ha colaborado con Álvaro Siza y David Chipperfield, galardonados con el prestigioso premio Pritzker.
Situado sobre lo alto del monte Castro, a 213 metros sobre el nivel del mar, la intervención paisajística de Carlos Seoane sobre la Pedra da Rá, permite disfrutar intensamente de las vistas sobre las dunas de Corrubedo, la desembocadura de la Ría de Arousa y la Isla de Sálvora, desde un paraje inconfundible.
La intervención parte de unos antecedentes confusos debido a la existencia de un mirador anterior construido sobre la propia piedra en forma de rana donde, antiguamente, existía una escalinata que distorsionaba la propia forma y que, en la intervención realizada, ha sido eliminada, permitiendo la limpieza del contorno de la figura para su percepción clara y limpia.
Se trata más de limpiar, clarificar los conceptos, que de ubicar piezas o elementos que puedan distorsionar el conjunto, compitiendo con el paisaje, auténtico protagonista del lugar. Carlos Seoane pretende poner en valor el tan merecido Lugar para otorgarle una presencia cercana a lo místico que enraiza con la tradición y la percepción de los vecinos, otorgándole una presencia cercana a lo espiritual.
Se realiza una intervención sobre los pavimentos, permitiendo la colocación de zonas de adoquín de granito en las zonas de cercanía a la figura y, a medida que nos vamos acercando a zonas de tránsito peatonal, aparecerán zonas de losas de granito.
A modo de protección se desarrolla un gran banco alargado que configura la zona del borde, eliminando la posibilidad e caída en altura, y servirá de asiento para los visitantes. El banco se realiza en cantería limpia, con grandes huecos a modo de asientos para la estancia y protegido por una barandilla de tubo de acero que apenas tiene presencia en el conjunto.
Los cortes y uniones de las diferentes piezas de cantería se convierten en parte definitoria de la imagen del conjunto, mostrando un cuidadísimo respeto por el oficio de la cantería a la vez que presenta un lenguaje formal que nos permite realizar una lectura contemporánea de la construcción del a intervención.
Un ejercicio más cercano a la reflexión que al dibujo o la intervención, realizado a base de pensamiento, respeto, tradición y paisaje. Una intervención de altura, como acostumbra a realizar Seoane, donde la arquitectura se confunde y mezcla con la naturaleza hasta alcanzar un desarrollo paisajístico característico.