Heladería Mamma Mía, Navia, Vigo
Liqe Arquitectura; Javier Couto, Alexandre Cameselle, Mariajo Núñez y Laura Priegue
En la intervención sobre los actuales tejidos urbanos, espacios anodinos, faltos de una identidad propia, se hace bastante complejo lograr presencia mediante la intervención en un local comercial, de tal manera que en la mayor parte de las ocasiones este tipo de espacios tratan de formalizar su pisada mediante cartelería exterior llamativa, iluminación específica o un escaparatismo más que rebuscado.
En ciertas ocasiones son los profesionales encargados de los trabajos los que, en una búsqueda más intensa de alcanzar una economía más ajustada y, a su vez, lograr una identidad relacionada con la propia actividad, los que nos dirigen hacia intervenciones en las que son los materiales los que formalizan la imagen, el concepto y la identidad del conjunto.
De tal manera nos encontramos con el proyecto de la heladería Mamma Mía, en donde, mediante la incorporación de un material de baja economía, como puede ser en este caso el tablero de encofrado, se da una unidad formal a toda una intervención mediante la colocación del mismo en paramentos verticales, partes de carpintería como puertas, mobiliario, bancos y demás partes del conjunto.
En palabras de sus propios autores, nos lo cuentan de esta manera:
“Situado al amparo de un espacio porticado que rodea a una de las monótonas torres que conforman el conjunto residencial de Navia, la heladería artesana Mamma Mía busca hacerse un lugar en la constelación de cafeterías que colmatan el más joven barrio de la ciudad.
En una fachada marcada por una tradicional composición de machones aplacados de piedra, el local invade la calle saliéndose de sus limites y dejando su huella amarilla en el entorno.
Revestimos todo el espacio, primero por dentro y saliendo al exterior después, de barquillo amarillo, formalizándose a través de tableros tricapa de encofrado.
La textura de la madera de encofrar, y la presencia en la imaginación como elemento industrial de montaje manual, nos acerca al enfoque artesanal de la fabricación del maestro heladero que regenta el negocio.
En el exterior, el amarillo sirve para contrastar y combinar a la vez con la textura existente de la piedra, a través de unas ventanas que se vuelcan al exterior sacando sus enmarcados del plano de la fachada. El mismo tablero se pintó de blanco, dejando la textura de la madera de fondo, como soporte de la marca, en combinación con la carpintería y mobiliario.
En el interior, la superposición del barquillo de tablero define el espacio, en un juego de envolturas que permite resolver con una única fórmula la complejidad espacial de un local necesariamente denso por sus reducidas dimensiones. Un amarillo contínuo envuelve y recoge al mostrador, al banco corrido para las mesas, las paredes, las puertas y las encimeras de los baños y deja el blanco contínuo para el resto, potenciando una luminosidad que se traslada también a la imagen corporativa de la marca, en la que se trabajó conjuntamente en un proyecto unitario.”
El color del propio material utilizado, amarillo, enlaza bien con el exterior existente en piedra y focaliza la visión del conjunto llamando la atención del peatón, acercando el producto al posible comprador, a la vez que esa parte “artesana” del panel de encofrado nos rememora la elaboración de los helados.
Para evitar simplezas fuera de lugar, se realiza un tratamiento geométrico de los tableros que, mediante su colocación y utilización de giros, configura una imagen diferente a lo esperado, formalizando una identidad propia. Poco y mucho a la par.
