El futuro imperfecto de subjuntivo lo recuerdo como aquella columna a memorizar para poder conjugar los verbos durante la E.G.B. Esfuerzo memorístico que comenzaba ya con la necesidad de recordar el nombre antes de poder conjugarlo.
Con suerte, conseguí aprender la forma correcta de emplearlo para expresar sucesos futuros posibles, pero sin la certeza de su acontecimiento. Logro no exento de esfuerzo, pues con diez años el único futuro posible al que prestaba atención no alcanzaba más allá de la pachanga de baloncesto durante la hora de recreo. Si en el aula germinaba la sospecha de que la hora del patio se había convertido en un acontecimiento incierto, el alboroto que se montaba nos hacía aterrizar de nuevo en el presente, olvidando el uso del futuro, incluso aunque fuera perfecto.
Para que encontremos utilidad a nuestros esfuerzos memorísticos el Código Penal esta abarrotado de ejemplos sobre como emplear correctamente el futuro imperfecto de subjuntivo. Hete aquí uno de ellos, “el que causaré daños en propiedad ajena no recogidos en otros títulos de este Código, será castigado con la pena de multa…”.
Leía en las noticias esta semana que han sido condenados un grupo de grafiteros gallegos por estampar reiteradamente sus creaciones en los vagones de los trenes de Renfe. Resulta curioso como el momento y el lugar pueden condicionar el futuro de un artista.
El que escogiere bien el momento y el lugar y estampare en los muros sus creaciones, pudiere llegar a convertirse en un artista de reconocimiento mundial, y si ocultare adecuadamente su identidad, incluso pudiere vender su arte en las más prestigiosas galerías mundiales.
Me resulta curioso como una forma de expresión originaria de los suburbios, que alguno críticos han llegado a asimilarla al movimiento punk, se ha ensalzado hasta decorar locales de moda, usándola incluso firmas tradicionales de ropa
Me resulta curioso como una forma de expresión originaria de los suburbios, que alguno críticos han llegado a asimilarla al movimiento punk, se ha ensalzado hasta decorar locales de moda, usándola incluso firmas tradicionales de ropa que, estoy seguro la criminalizaron cuando nació. Sin olvidar que ya desde hace años el Sr. Alcalde de Vigo impulsa la decoración de los muros con este tipo de arte.
También leía en las noticias esta semana el triunfo de una viguesa que decoraba ciertas instalaciones públicas en la ciudad de Nueva York. La noticia desprendía cierto orgullo localista indetectable en las líneas que resumían la condena de los grafiteros, lógicamente.
De ellos, el que se repusiere de la condena impuesta y siguiere pintando sobre lienzos lícitos, quizás lograre vivir de ello y, quien sabe, quizás acabare decorando los muros de la nueva estación de trenes de la ciudad en una de esas campañas financiadas con dinero público.
Vaya por adelantado que, en el caso de no contar con el consentimiento del dueño de aquello sobre lo que se pinta, habrá de sancionarse la conducta del artista, con independencia de que el resultado pueda llegar a ser visto como una verdadera obra de arte o un simple tag.