Para quien no te conozca, háblanos un poco de ti. ¿Quién es Constance Hurlé?

Constance Hurlé es un heterónimo hecho carne. El apellido Hurlé lleva en su ADN la creatividad, y CH es eso: un proyecto donde dar cabida a toda mi creatividad en las diferentes disiciplinas; porque las Hurlé- o sea, mi familia materna- son todas mujeres muy creativas que se dedicaron toda la vida a hacer arte en la vida cotidiana. Constance Hurlé es, pues, un vehículo para la expresión a través de lo cotidiano.

¿Cómo nace este heterónimo del que nos hablas?

El proyecto Constance Hurlé nace casi desde que soy niña, sin embargo va evolucionando conmigo hasta llegar a lo que realmente es hoy. De pequeña hacía teatro y soñaba con ser actriz. Me formé en diferentes escuelas alternativas, teniendo varias experiencias, hasta que, en Granada, ya terminando la carrera, me topé con la Escuela Integral del Creador Escénico Vladimir Tzekov. Considero que ahí nació Constance Hurlé, ahí forjó su personalidad escénica. Con la Vladimir descubrí otra manera de hacer teatro: la contemporánea; descubrí la importancia de la danza y de la música y me removieron las entrañas… Llegué con una serie de herramientas escénicas y con ellos: con Manolo, con Santiago y con Raquel, aprendí a darles uso.

¿Cómo denominarías tu trabajo artístico?

Actualmente diría que hago performance poética, aunque si me diesen el espacio y los recursos necesarios, tal vez haría otra vez teatro. Quiero decir, no quiero ponerle etiquetas ni barreras a mi trabajo. Lo que me interesa es remexer nas vísceras. Cuando me preguntan si soy artista o poeta me gusta responder que “Yo hago cosas”.

¿Cómo pasaste del teatro a la performance poética?

Fue un paso dado por las circunstancias. Por un lado, la influencia de la Vladimir, donde aprendí a expresarme desde mí misma, desde lo que yo era. Por otra parte la idea de “llegar a ser actriz” ya no me satisfacía, quería hacer cosas ya, no esperar a que alguien me diese un papel y el “permiso” para hacerlas. Y porque, de repente, descubrí que tenía una facilidad para la escritura y que mis textos servían para algo. Como me dijo una vez una amiga”Todos estamos hechas de la misma pasta”. Por tanto, simplemente empecé a hacer lo que realmente deseaba: subirme a un escenario y gritarle al mundo palabras.

¿Cómo describirías tus performances?

Como una experiencia escénica particular, diferente y sobretodo, hecha desde la verdad. Quien vaya a ver a Constance Hurlé le podrá gustar más o menos, pero seguro que alguna emoción le va a tocar.

Háblanos de tu nuevo proyecto “hacialaluz”.

Hacialaluz lleva un subtítulo: poesía, sonido e imagen. Con Hacialaluz hemos conseguido, con la ayuda de un equipazo, sacar adelante un proyecto multidisciplinar que sigue moldeando las emociones como si fuesen plastilina. No puedo hablar de esta obra sin que se me salga una sonrisa de orgullo. Este proyecto se materializa en un poemario ilustrado por Juan Blanco y musicado por Rui Grenha. Los textos son míos, claro. Lo presentamos con un concierto poético en el que Rui Grenha pone la música y yo la voz. Lo acompañamos con una exposición de las ilustraciones de Juan Blanco que vendemos junto con el libro. Es un trabajo donde ha habido muchos y varios colaboradores y dentro de poco queremos sacar el disco. Estrenamos en agosto y ahora estamos intentando movernos por fuera de Vigo.

 

¿Y cómo está siendo la labor de producción?

Tremendamente complicada porque nadie quiere pagar a los artistas y menos cuando les hablas de poesía. Incluso a los propios festivales de poesía les cuesta pagar, lo cual es el colmo del absurdo. Acabamos de participar en un festival muy reconocido en Vigo y, no solo no nos pagaron por nuestro trabajo, sino que ni siquiera pudimos vender nuestros libros. Un desastre. Si continuamos así, acabaremos definitivamente con las manifestaciones culturales…

 

¿Cómo te ves de aquí a unos años?

Casi prefiero responder cómo me gustaría verme… La verdad es que aunque la situación no parezca favorable, yo sigo confiando, como he hecho siempre, en que algún día nos haremos un hueco. En mi imaginario me veo yendo a festivales de música y poesía donde nos traten con amor y cuidado y seguir trabajando en Constance Hurlé a tiempo completo. Deseo un día poder hacerlo: dedicarle todas las horas y recursos que el proyecto merece. ¡Y vender muchos libros!

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