Que a los gallegos nos queda mucho aprendizaje en esto de cuidar de lo nuestro es un secreto a gritos y estos se hacen aún más estridentes cuando hablamos de nuestra arquitectura. Las comparaciones son odiosas y una tiene la sensación de que los paisajes gallegos deberían parecerse un poco más a los de Asturias, el Bierzo o nuestros vecinos portugueses, que han sabido explotar sus casas de azulejos como reclamo turístico y seña de identidad y un poco menos a las hileras de bloques de viviendas en cemento y uralita con la que nos reciben la mayoría de nuestras villas.

Hemos querido poner en valor cuatro edificios gallegos por los que vale la pena alzar la voz y exigir su restauración. Si bien hemos escogido construcciones de cierta embergadura, en esta lista puede encontrarse un poco de todo: fábricas, pazos, instituciones educativas, hospitales… todos ellos edificios que antaño ocupaban un lugar en el día a día de la ciudad y que hoy están habitados únicamente por el tiempo y la maleza.

 

Casa Bailly (Cambre, A Coruña)

En 1926 empezó a levantarse esta joya modernista, única en la ría de A Coruña, con la idea de acoger un hotel de 22 habitaciones. Pero la familia Bailly, republicana, no tuvo tiempo de cumplir su sueño de negocio y el edificio fue confiscado durante la guerra civil y utilizado como sede de diversos organismos, como el Sindicato Vertical, o la Escuela de mandos y durante algunos años como residencia de verano. Hoy en día, ver en este emplazamiento la mansión art nuveau de antaño es un ejercicio de imaginación a partir de un esqueleto en ruinas y una finca descuidada visibles desde la carretera provincial.

Como curiosidad, aquí rodó José Luis Cuerda una de sus últimas películas, “Todo es Silencio”, basada en un libro de Manuel Rivas y estrenada en 2012.

 

Panificadora (Vigo)

Entre 1924 y 1960 de esta molde de hormigón armado salían a diario harinas, panes, pastas y otros productos. Hoy, abandonado y formando un pintoresco dúo con su vecina, la torre del Concello de Vigo, simboliza el descuidado urbanismo que padece la ciudad más grande de Galicia.

El edificio de La Panificadora, ideado por Ramón Gómez Román, fue novedoso en su época por varios motivos. El uso de hormigón armado que lo recubre en su totalidad, un material moderno en aquel entonces; la producción industrial de productos de alimentación diaria bajo medidas de higiene, que la emparejaba con el desarrollo de las conserveras a ambos lados de la ría; y la apuesta por la tecnología, con maquinaria alemana en su interior. Nada de eso la libró del abandono a finales del siglo pasado. 

En el año 2007 nació en Vigo el movimiento “Salvemos a panificadora”, iniciado por algunas de las personas que hoy forman parte del colectivo Vigo Insdustrial, una asociación que cataloga, fotografía y comunica edificios e infraestructuras en estado de abandono y que forman parte de la historia social, cultural y económica de la ría de Vigo. Salvemos a Panificadora describía esta antigua harinera como “a nosa catedral laica”, por el impacto de la fábrica en el skyline de la ciudad.

Los destinos de este enorme edificio siguen siendo inciertos y en varias ocasiones se ha anunciado desde el Concello planes para su recuperación, sin que hayamos visto hasta el momento ninguna acción. En diciembre de 2020 se aprobó su recuperación para uso público dentro del plan urbanístico del casco vello de la ciudad, si bien es cierto que no es la primera vez que se llega a un acuerdo sobre la fábrica en el pleno sin acciones posteriores.

 

ETEA (Vigo)

Sobre una superficie de más de 100.000 metros cuadrados y a pocos metros de la Playa de la punta se encuentra uno de los tesoros arquitectónicos menos valorados de la ciudad de Vigo: la sede de la antigua Escuela de Transmisiones y Electricidad de la Armada, un complejo de más de 30 edificios que durante el siglo XX fueron ocupados por el ejército para diferentes funciones, especialmente la de formar a sus tropas, mientras que en sus muelles atracaban todo tipo de buques y submarinos.

Algunas de las construcciones, como los tres edificios situados en primera fila del mar, fueron construidos en 1907 y acusan día a día la falta de mantenimiento, mientras se acumulan las promesas del Concello, Zona Franca y la Xunta (los tres han sido propietarios del sucesivamente desde que el ejército lo abandonó en 2002) de darle un uso social.

Además de todo lo que vemos sobre tierra, el complejo cuenta con cinco corredores (y un sexto inacabado) subterráneos que en su día funcionaron como almacenes. Si quieres verlos, el montañero celta Diego Moreira tiene un vídeo en Youtube en el que los recorre. 

 

Hospital Xeral (Santiago de Compostela)

Desde que en 1920 se colocó la pimera piedra, este edificio ha sido el mayor hospital de Galicia durante 80 años y un enorme esqueleto vacío durante los últimos 20. Su último servicio, una planta de oncología, fue trasladada al CHUAC en 2003 y desde entonces el estado del inmueble solo ha ido de mal en peor, siendo víctima de pintadas, saqueos y el abandono de la Universidad de Santiago, de quien figura a su nombre.

Se trata de un edificio de piedra, con fachada sobria modernista y escalinata de piedra. Está ubicado en el barrio de Galeras, una zona que ha recuperado importancia en la ciudad en los últimos años como área residencial muy cercana al centro de la ciudad y con una gran zona verde a orillas del río Sarela. Entre los bloques nuevos de viviendas encontramos otro edificio abandonado que fue relevante en el pasado de la ciudad: el conocido como A fábrica da luz, ou Casa das máquinas, antiguo edificio de Fenosa que ya es objeto de un plan de recuperación por parte del Concello.

Leave a Reply