Conocí la canción de la que les voy a hablar hará cerca de diez años, mientras charlaba con un amigo por Messenger (para las nuevas generaciones: una especie de WhatsApp añejo). «Escucha Shineon Your Crazy Diamond, de Pink Floyd, que te va a encantar», me dijo. En lugar de hacer lo que correspondía (abrir YouTube, porque Spotify era todavía una cosa muy loca, y ponerme la preciosidad que me estaba recomendando), me quedé haciendo honor a la que iba a ser mi profesión: darle vueltas al título que acababa de leer en la pantalla de mi ordenador.
Por aquel entonces yo ya había escuchado y leído alguna cosa de Pink Floyd, y sabía que el tema de las drogas lo llevaban bastante al día. No obstante, el título que me ofrecía —que se traduciría al español como Brilla en tu loco diamante— me resultaba excesivamente confuso; no terminaba de encajarme. Aun así, quién era yo para cuestionar a los integrantes de la que, todavía hoy, sigue siendo una de las mejores bandas rock de la historia. Aquel día me fui a dormir sin escuchar la canción de marras y, lo que es peor, sin comprender el porqué de su curioso título.
Pasaron unos días hasta que, de nuevo frente a la pantalla, mi amigo me preguntó sobre la canción que nos ocupa. «¿La has escuchado?», inquirió. «Sí —le mentí, aún no sé por qué—. Menudo temazo». Sobre la aversión generalizada a decir la palabra canción, en favor de tema o temazo, también tenemos que hablar, pero eso será otro día. Total, que yo no había escuchado nada, y aquel muchacho se estaba explayando con los riffs, la letra y cuantas partes formaban la composición. A lo que yo, obviamente, solo podía responder con un «Es verdad» o «Qué pasada».
En un impasse en la conversación, en que mi amigo se fue a cenar, aproveché para abrir YouTube y dejar de hacer el ridículo. En aquel momento viví una revelación por partida doble: por un lado, conocí una de las piezas musicales más bonitas que jamás había escuchado; por el otro, la traductora que ya habitaba en mí pudo descansar por fin.
Me explico: Shine on Your Crazy Diamond no era tal, sino Shine on You Crazy Diamond, sin la erre. Pronombre personal, no adjetivo posesivo. Es decir: sigue brillando, loco diamante. En definitiva: ni Pink Floyd se drogaban tanto como para llamar Brilla en tu loco diamante a una de sus mejores composiciones, ni utilizaban la coma del vocativo.
Tras esta turra sobre lingüística, música y ridículo en la posadolescencia, déjenme que concluya, ahora sí, con una recomendación: si no lo han hecho ya, escuchen Shine on You Crazy Diamond, una maravilla dedicada a Syd Barrett, el loco diamante que formó parte de la banda británica hasta que el consumo de LSD lo condujo a una enfermedad mental. En fin, que tan desencaminada no iba.
😊