La sangre de los reyes se ha demostrado autoinmune contra la covid-19. Lo que para el resto de mortales es una pandemia mundial, para los hemofílicos de sangre azul se ha convertido en una estupenda cortina de humo que casi, solo casi, consigue tapar los escándalos económicos del Borbón, el de siempre, el de toda la vida.
Los de alcoba hace tiempo que han dejado de ser secretos.
Han sido muchos los personajes públicos que han salido en defensa del Emérito. Dicen que él fue quien trajo la democracia debajo del brazo. Lo único que trajo fue de nuevo una institución medieval que el último modelo de estado legítimo ya había abolido.
Hoy parece resultar muy oportuno olvidar que el Borbón, el viejo, llego de la mano de un dictador que necesitó de una larga guerra y mayor represión para arrebatar el poder a la II República nacida de las urnas.
Se ha dicho en defensa de la institución medieval que hay que juzgar personas y no instituciones. Olvidando que el Emérito ha sido la propia institución de la Monarquía durante más de 40 años. Durante los mismos años que parece haberse llenado los bolsillos por medio de entramados fiscales.
No hubo más representante, por lo que los pecados del padre son los pecados de la institución.
Decir que el Emérito trajo la democracia de nuevo a España es lo mismo que atribuir poderes mágicos a los astrónomos que son capaces de anticipar un eclipse solar. Inevitablemente la luna ocultará al sol, hagan lo que hagan los astrónomos. Durante el tardofranquismo (1969-1975) el mundo aisló económicamente a España dejándola fuera del Plan Marshall como sanción por ser un vestigio del nacionalsocialismo. Años de economía autárquica y la inflación disparada obligaron a Régimen a tomar medidas aperturistas tras su incorporación al Fondo Monetario Internacional en el 1958 a través del Pan de Estabilización desarrollado al año siguiente.
Un plan que permitía la movilización de capital extranjero y alejaba la economía y el desarrollo industrial de las manos del Régimen. El avance fue directamente proporcional a la pérdida de control económico del franquismo. No es casualidad que el primer guiño a la democracia se ofreciera desde un discurso en Washington al año siguiente de morir Franco. Tranquilizaba a los inversores y avisaba al ejército nacional que se estuvieran quietos. Cuando llego el momento de gloria del Borbón la deriva de la economía liberal era tan imparable como un eclipse solar. Y si algo marida bien con la economía liberal es la política liberal, que solo puede ser servida en una democracia.
Señalar en el momento justo a la luna cuando oculta al sol no es lo mismo que provocar el eclipse. Ser la cara visible de un cambio imparable no es lo mismo que provocar ese cambio.
El Emérito no ha pagado los impuestos de sus business. Mirar para otro lado porque fue un demócrata converso, es el colmo del maquiavelismo.