Karl Marx solo se equivocó en una cosa. Era un virus el que recorría Europa.
Un virus mutante capaz de convertir a los neoliberales en socialistas defensores del Estado de bienestar. Neoliberales moribundos habitan ahora los espacios económicos convertidos en zombies filocomunistas.
Uno de los síntomas que padecen los infectados es la falta de aire, respiración entrecortada y superficial, derivada del bochorno que supone para presidentes de las patronales y de ciertos partidos políticos tener que salir públicamente a pedir ayuda al Estado.
No hace mucho decían que subir el SMI por imposición legal era de comunistas. La hoy presidenta de cierto partido llegó a preguntarse si acabaríamos fijando por Ley el precio al que debería venderse el pan. Solo a Stalin podía ocurrírsele fijar por Ley el precio de los alquileres.
Es el mercado, amigo. El Estado no debe intervenir en la economía y hay que maximizar beneficios. Discurso de los gurús economistas, esos que solo son capaces de analizar la historia económica pero incapaces de crear modelos predictivos.
Hoy muertos de miedo ven como los modelos privados no se hacen cargo de la situación porque económicamente no es rentable. Hoy muertos de miedo reconocen que hay ciertos servicios que debe proporcionarlos el Estado para que todos estemos protegidos.
Pero para que exista un Estado fuerte capaz de protegernos a todos, debe nutrirse primero al Estado, debe dotársele de medios para poder hacer frente a lo que este por venir y por supuesto debe vigilarse como se emplean esos medios. Debe dotarse de medios económicos para que en las épocas de bonanza se invierta en Servicios Públicos de calidad.
Por eso ahora suenan atronadoras las cacerolas contra los Bárcenas y los Borbones para que devuelvan el dinero de la corrupción y que sea utilizado en sanidad.
Cacerolas que son golpeadas por los García y Fernández, que llevan años viviendo al margen del sistema, facturando en B (de Bárcenas) o con talleres ilegales en el garaje de su casa. Los Álvarez que cobraron su prestación por desempleo a la vez que trabajan pidiendo no ser dados de alta para no perder la prestación.
Los González que hoy blasfeman contra el Gobierno porque para tener acceso a las ayudas aprobadas exigen estar al día en el pago de las cuotas con la Seguridad Social.
No nos engañemos, el fin del mundo no ha llegado de la mano de un virus más o menos parecido a la gripe. Ese virus sólo le ha quitado la careta a todos aquellos que defienden la falta total de regulación en los mercados y en la sociedad, beneficiándose de un estatus que en la mayoría de los casos es heredado, para poder privatizar los beneficios pero ante la posibilidad de que el sistema quiebre por completo, refugiarse de nuevo en el poder del Estado sociabilizando las pérdidas.
Le ha quitado la careta a todos los antisistema que se quedan con todo lo ganado pero que acuden al sistema para que les de protección.
Hace unos meses derogar la reforma laboral era demasiado comunista, sin embargo hoy exigir al Estado créditos para las empresas es de patriotas.
Mañana, muertos los zombies, volveremos al viejo discurso individualista hasta que otra peste bíblica caiga sobre nosotros.